Al tiempo, volar.
Brota imperante de justicia divina el necesitar la soledad en todo mi cuerpecito, en todo este camino que estoy armando. Quiero a la soledad como nunca antes habría imaginado. Y no me refiero a esas soledades amargas en las que crees que te volverás una “loca de los gatos” o la “solterona resentida”, esto va mucho más allá. Podría escribir mil poemas u odas para expresar de manera fidedigna lo que he estado sintiendo en mi pecho hace tanto tiempo, porque una se siente un poco más liberada de las ataduras y recaes en ti de la manera más sana y limpia. Eso de aprender a andar a tus propias tientas, tropezar y andar, tropezar y andar, eso es una de las sustancias más significativas porque resulta que te conoces mucho mejor y no temes mostrarle al mundo lo que verdaderamente contiene tu liquido vital. Que de momentos soy una brutal sonrisa viviente parlanchina o que de otros (y los más recurrentes) una muchachina muy de esas que se quedan pegadas en un mundo interno de observaciones y “disfrutaciones llenadoras”. Y para más remate, siempre descubro en Galeano la perfecta forma de entender que lo que percibo y vivo está en todo mi sano juicio; ¡que frases más ciertas se pega este caballero!.